El escritor como nuevo Aquiles

Es conocido el episodio del mito de Aquiles en que el héroe le pregunta a su madre, la diosa Tetis, si es mejor quedarse en casa o ir a la guerra. La respuesta de la diosa-madre es que si se queda en casa llegará a viejo, tendrá una familia y nietos que lo recordarán. Si va a la guerra viajará por lugares desconocidos, muchas generaciones recordarán sus hazañas y será admirado por pueblos extranjeros. También le advierte que morirá joven.



La anécdota sirve para plantear la hipótesis del escritor como un nuevo Aquiles cuyas hazañas perviven en el tiempo. Pero, ¿es posible dicha analogía? ¿Puede verse al escritor como un nuevo Aquiles que deja la comodidad de la vida hogareña para ir en busca de la inmortalidad? Para intentar demostrar esta hipótesis dividiremos la reflexión en cuatro partes basadas en el ejemplo de Aquiles, a saber: i) Aquiles se sabe poseedor de un don; ii) Aquiles es un joven que anhela dilucidar su futuro; iii) Aquiles ama lo que hace y iv) Aquiles deja un testimonio de sus hazañas que los pueblos recordarán por generaciones.

Era común entre los jóvenes griegos el recibir instrucción para la guerra. Ciudades como Esparta se hicieron famosas por la formación guerrera que daban a sus jóvenes. Pero aunque era una obligación y casi un honor el prepararse para la guerra, muy pocos lograban ser reconocidos por su valentía debido a la gran cantidad de hombres dedicados al arte militar. El caso de Aquiles es particular porque, además de recibir formación para la guerra, poseía un don que, según el mito, le había sido otorgado por los dioses.

Ese don era una extraordinaria capacidad para la pelea, capacidad que se veía acrecentada por la rapidez de sus pies, algo que le daba cierta ventaja sobre sus contendores. De ahí que en la Ilíada se le denomine “el de los pies ligeros”. Aquiles descubrió desde joven su capacidad para la lucha y la agilidad de sus pies, y sus maestros lo vieron destacarse rápidamente entre los demás chicos, lo que lo convertía en un joven apto para la guerra. Es decir, Aquiles descubrió pronto su don y supo explotarlo adecuadamente, convirtiéndose en un hombre temible en el campo de batalla.

Al igual que Aquiles el escritor descubre muy niño que tiene un don, el don de la palabra. Elegido por los dioses, sabe que su forma de expresarse es diferente de la de los demás chicos y que tiene una facilidad para hacer lo que a otros le da dificultad: juntar palabras para construir frases llenas de belleza, escribir páginas que conmueven a otros o, sencillamente, narrar historias. Desde Dante hasta Marcel Proust, desde Cervantes hasta Vargas Llosa, los escritores descubren muy niños el don que les ha sido dado, así a veces ese don les genere conflictos. Es famosa la anécdota de Vargas Llosa que, siendo estudiante de un colegio en Lima, escribió una novela un tanto erótica que le granjeó la enemistad de sus maestros. Es la necesidad del escritor de decir lo que otros no pueden y de no poder evitar plasmar en palabras lo que sale de sus entrañas.

 El segundo punto es que Aquiles se pregunta aún joven sobre su futuro. Sabedor del don que posee, Aquiles piensa qué hacer cuando sea un hombre. Es la pregunta que nos hacemos todos en algún momento de nuestra juventud. En el caso de Aquiles, aunque se sabe poseedor de un don, va en busca del consejo de su madre para saber qué decisión tomar. En realidad Aquiles ya sabe la decisión que va a tomar, pero lo que desea es confirmar dicha decisión valiéndose de la sabiduría de su madre, la diosa Tetis. Sucede algo similar con el escritor. Su condición de artista le pone muchas veces ante la diatriba del camino a seguir, camino que será la profesión con la cual se ganará el sustento y con la que intentará sobrevivir, al igual que lo haría si escogiera ser abogado o médico. Y para ello muchas veces toma el consejo de los que le acompañan. Sin embargo el caso de los escritores es muy particular porque en la mayoría de las ocasiones los vemos tomar la decisión guiados solo por su instinto. Sucedió con Shakespeare que, siendo aún un pueblerino, viajó a Londres para enrolarse en el mundo del teatro y así ver realizado su sueño. Es decir, como sabía que su único camino eran las letras, decide dejarse guiar por su instinto para ver realizado su sueño literario.

 El tercer punto hace referencia a que Aquiles ama lo que hace. Aunque en los primeros cantos de la Ilíada lo vemos ausente de la guerra por sus desacuerdos con Agamenón, lo propio de Aquiles es el campo de batalla. Es allí donde mejor se desempeña porque ha crecido en un ambiente militar. Siempre viviendo entre armas, su hábitat natural es la guerra. Pero no lo hace por obligación, sino que, al poder desarrollar su don, el campo de batalla le permite desplegar las capacidades que lo hacen célebre entre sus amigos y entre sus enemigos. Por su parte, el escritor escribe porque no encuentra otra forma de realización ni de desahogo. Escribir es su condición natural. Por eso, aunque escribir lo haga padecer de insomnio, aunque escribir le ponga los nervios de punta y lo mantenga agarrado a una cajetilla de cigarrillos y una taza de café, el escritor ama lo que hace. Ahí tenemos el ejemplo de Stephen King, quien estuvo a punto de perder su familia e incluso la vida debido a su pasión por escribir. Sumergido en los más recónditos y oscuros pasadizos de su propia renuncia, el escritor sabe que escribir es su única salvación. De ahí que ame escribir, así ese acto le desagarre las entrañas. Finalmente el cuarto punto hace referencia a que el héroe deja testimonio de sus hazañas, hazañas que los pueblos recordarán durante varias generaciones.

Bien sabemos que Aquiles no peleaba por Agamenón, ya que eran múltiples sus divergencias con él. Aquiles perseguía la gloria, y la gloria significaba ser reconocido como el más hábil y sanguinario de los guerreros. Ese deseo de gloria y de fama será lo que le dará finalmente la inmortalidad. Poseído por la cólera debido a la muerte de su primo Patroclo, toma venganza matando a Héctor para dejar así un testimonio de su espíritu guerrero, no sin antes poner en juego su propia vida. Por su parte, las hazañas del escritor son sus obras escritas. En ellas se juega la vida. Es por ello que consume cada segundo de su existencia en aras de la perfección, porque reconoce que la inmortalidad solo está reservada para aquellos que se juegan la vida en el campo de batalla, y el campo de batalla del escritor es la hoja en blanco, ese espacio en el que muchas veces fracasa y sale herido, pero en el que siempre aguarda la esperanza de obtener una victoria que le prodigue la inmortalidad. En ese sentido, la más grande hazaña de Cervantes es el Quijote, así como uno de los más grandes actos heroicos de Aquiles fue meterse en un caballo de madera para engañar a los troyanos y tomar posesión de la ciudad.

 Al igual que en los tiempos pasados, hoy persisten muchos héroes que, a semejanza de los héroes clásicos, prosiguen la misma ruta seguida por sus antecesores, descubriendo el don que les ha sido otorgado y divagando sobre el futuro a seguir, intentando realizar una hazaña que les prodigue la inmortalidad. Esos héroes perviven callados, escondidos en sus buhardillas, a la espera de una batalla en la que puedan demostrar su pasión por el arte. Porque como el héroe Aquiles, el escritor se juega la vida a sabiendas de que muchas generaciones después su nombre será recordado y su memoria quedará inmortalizada gracias a su obra.

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